Estoy todo lo iguana que se puede

Estoy todo lo iguana que se puede

Acabo de ver una película tan hermosa, tan diferente, que yo tendría que ser el peor periodista de México si no interrumpiera el flujo natural de la información para recomendársela.

Y es que como no se trata de un filme del Oscar o de un lanzamiento de Netflix, la probabilidades de que a usted le interese son mínimas, pero le juro que es una cinta importante y que cuando llegue a los festivales a los que necesariamente va a llegar, va a arrasar con cualquier cantidad de premios.

Esto se llama “Estoy todo lo iguana que se puede” y en lugar de darle los datos uno por uno, le voy a contar cómo la viví para que entienda por qué me siento tan emocionando, tan conmovido.

La semana pasada me llegó una invitación a mi celular de un evento rarísimo en el Palacio de Bellas Artes. Yo, la verdad, tenía otros planes y quedé en confirmar.

El mero día se canceló lo que tenía y dije: vamos a Bellas Artes. Igual y está bueno.

Y es que, imagínese: la invitación era para ver una película. ¿Cine? ¿En Bellas Artes? No, por favor. Las mejores salas, para estas cuestiones, son las de Cineteca Nacional.

Y luego la película se llamaba “Estoy todo lo iguana que se puede”. ¡Dios de mi vida! ¡Qué título tan más horrible! ¡Debe ser una cosa espantosa!

Por si todo lo que le estoy diciendo no fuera suficiente, en la invitación que me mandaron decía que la función iba a ser amenizada por una orquesta de la Marina.

¡No, por favor! Hacer estas cosas es muy bonito con cine mudo, pero con cine sonoro, no. ¡Qué miedo ir a ver eso!

Pero fui. No me pregunte cómo llegué porque el tráfico estaba peor que nunca, pero llegué y lo primero que noté fue que el gran teatro estaba lleno de inmensas personalidades del cine y de la cultura de este país.

Al parecer, jamás en la historia del Palacio de Bellas Artes se había hecho una función de cine sonoro con orquesta en vivo y, para mi vergüenza, la frase “Estoy más iguana que nunca” es de un poema de Carlos Pellicer. ¡Qué pena mi ignorancia! ¡Perdón!

Y que comienza la película. Sí, mexicana. En una playa chiapaneca.

Y con un reparto de oro encabezado por puras actrices y actores de verdad como Luisa Huertas, Dolores Heredia, Mayra Batalla y Kristyan Ferrer bajo la dirección de Julián Robles en una producción de Matthias Ehrenberg.

En esas estaba cuando empieza a tocar la orquesta de la Marina. No tiene usted una idea de la belleza que fue aquello.

Quienes tuvimos el privilegio de estar ahí, estábamos sintiendo el poder de esas imágenes pero, al mismo tiempo, la fuerza que sólo la música en vivo puede comunicar.

¡Y qué música! ¿Sabe usted lo que es escuchar una marimba chiapaneca durante la proyección de una película en el teatro del Palacio de Bellas Artes?

Para no hacerle el cuento largo, yo veía la película y pensaba: esta historia se me hace familiar. La conozco. Estoy seguro de que la conozco.

¡Y cómo no! Era “El eclipse”, la obra maestra del dramaturgo chiapaneco Carlos Olmos (el autor de “Cuna de lobos”), llevada por primera vez al cine.

Le juro que si Carlos estuviera vivo, hubiera sido el más feliz esa noche porque la adaptación era espectacular y porque el texto sigue siendo igual de vigente, fuerte y escandaloso, como el primer día que se presentó en los escenarios.

Estamos hablando de una película sobre mujeres que se empoderan en un contexto absolutamente machista y de miembros de la comunidad LGBT que se hartan de estar condenados a la discriminación, el abuso y la mentira.

Es un gran texto plagado de inmensos personajes donde cada actriz, donde cada actor, tiene cualquier cantidad de momentos para lucirse y demostrar de qué está hecha, de qué está hecho.

Y la dirección es extraordinaria, y la producción, hermosa. ¿Pero sabe cuál es la nota? Que por fin se está notando un cambio en el cine de hoy.

“Estoy todo lo iguana que se puede” no es la típica película que por ser mexicana, tiene que ser chilanga con todo lo que esto significa en términos técnicos y editoriales.

“Estoy todo lo iguana que se puede” es una película mexicana, que antes que ser mexicana, es orgullosamente chiapaneca, un éxito del nuevo cine nacional descentralizado, una prueba increíblemente contundente de que ahora tenemos un cine que también habla del campo, del pueblo, de la gente más humilde y no como carne de cañón.

¿Ya le quedó clara la importancia de este filme? Por favor, cuando lo vea anunciado, luche con todas sus fuerzas por verlo.

“Estoy todo lo iguala que se puede” es un gran homenaje a Carlos Olmos y a muchas cosas fundamentales que urgía poner sobre la mesa sin hacer a un lado la parte del entretenimiento, de la emoción.

Muchas gracias a todas las persona que me permitieron ver y escuchar esto en el Palacio de Bellas Artes. Muchas gracias a quienes hicieron posible este lanzamiento. Les va a ir muy bien. De veras que sí.

 

Fuente:

alvaro.cueva@milenio.com
https://www.milenio.com/opinion/alvaro-cueva/el-pozo-de-los-deseos-reprimidos/estoy-todo-lo-iguana-que-se-puede